viernes, agosto 17, 2007

Persignarse con Elena Poniatowska



La narradora y periodista mexicana Elena Poniatowska acaba de recibir el Premio Rómulo Gallegos por su novela El tren pasa primero, convirtiéndose así en la segunda mujer que obtiene uno de los galardones literarios de más prestigio en Latinoamérica.

por Willy McKey y Santiago Acosta


[PUBLICA EN PAPEL LITERARIO MAÑANA SÁBADO 18 CON UN ERRORCITO]


Junto a la piscina de un hotel, a una cuadra del Celarg, la autora de El tren pasa primero calmaba con un jugo de frutas el insomnio obligado. Sus ojos azules estaban martillados por el sueño y el sol del mediodía, sufría los accidentes de un bolígrafo ineficaz y aún no le confesaba a nadie la alegría que le causó descubrir que en 1906 uno de los jefes de estación del Ferrocarril Central de Venezuela era, precisamente, el futuro autor de Doña Bárbara. Verificaba los nombres de su lista de medios como el colector que revisa los boletos de cada pasajero del tren. Antes del viaje, nos hicimos la cruz para poder hablar de los muertos.

Esta novela tiene su semilla en una biografía, ¿cierto?
Yo quise hacer una biografía de Demetrio Vallejo, pero eso fue en los años sesenta. Él aún vivía y yo iba a leerle los capítulos en la cárcel donde estaba y se dormía. Yo leía, leía y leía, y cuando volteaba a verlo estaba dormido. Y me dije ‘No, pues, si este que es el protagonista se duerme esto es una porquería’, ¿verdad? Servía de somnífero…
Quizás era porque él ya se sabía la historia…
Eso es un consuelo que ustedes me dan. Pero yo dejé todo ese material… lo guardé por casi cincuenta años. Pero un día le pregunté a un muchacho si sabía quién era Demetrio Vallejo y me dijo ‘¡Ay, no! Ni idea’, con desprecio… como barriéndolo. Entonces me dolió y pensé que los personajes populares siempre se olvidan, mientras que los personajes que son más importantes por su dinero tienen amanuenses y escribanos que les hacen sus biografías. Entonces, decidí retomarlo y, con Vallejo ya muerto, hice como se me dio la gana: le inventé muchas mujeres y qué sé yo. Además, él me ponía muchas restricciones, me decía que un líder no tenía vida personal, y yo le decía ‘Pero si usted tiene un montón de mujeres…’, y él me respondía ‘Ah, no, pero eso usted no lo va a escribir’.
¿Y cuándo toma la decisión de llevarlo a los terrenos de la novela?
Yo nunca he tomado una decisión en mi vida: las cosas me caen del cielo. De repente empecé a recoger este material y a hacer la novela, pero como yo quería.
Entonces le cae del cielo Trinidad, el protagonista de El tren pasa primero.
Me cae del cielo y decido hacer la novela.
Creo que es el primer esfuerzo narrativo que toma la idea de la locomotora, una figura básica de la Revolución Mexicana.
Sí, pero hay que recordar una novela de Fernando del Paso que se llama José Trigo que también es sobre los trenes y que yo creo que es muy buena. Fernando del Paso obtuvo también el Premio Rómulo Gallegos, pero no me acuerdo por cuál novela, fíjese…

Se refería a Palinuro de México, la novela publicada por del Paso en 1977 y que le valió el premio Rómulo Gallegos de 1982. Fue el único accidente en la memoria de Poniatowska, una memoria clara, de periodista. Recuerda entrevistados, pormenores y anécdotas con las cuales podría llenar páginas enteras. Poniatowska ironiza animada por cierta picardía, se ríe y suelta sus respuestas con la pausa debida. Sorprende la individualidad de su palabra, tan ajena a la voz colectiva de los héroes sindicalistas de su novela. Cierta rapidez para la claridad política también la diferencia de muchos de sus personajes.

Quizás usted es más leída en sus incursiones en la crónica, el espacio periodístico…
Yo he hecho muchas entrevistas en la vida; desde 1953 hago entrevistas. Y esa fue mi escuela, porque las entrevistas me permitieron conocer a Diego Rivera, a María Félix, a Dolores del Río, a David Alfaro Siqueiros… personajes del mundo entero. Fue esa mi escuela porque tuve una formación muy deficiente: estudié en un convento de monjas y yo lo que sabía era persignarme y rezar...
¿Cómo es que Elena Poniatowska, una escritora que no tiene con México las obligaciones del terruño, sea quien haga justicia literaria con el movimiento ferrocarilero?
Creo que el hecho de nacer en París me hizo acercarme a cosas que, probablemente, me habrían parecido muy normales de haber nacido en México, porque las habría visto desde chiquita. Yo venía de un país en donde no se veían pordioseros en la calle, ni miseria, ni niños pidiendo limosna entre los coches y eso me impactó. Cuando pude ser periodista fueron los temas que me interesaron: primero los estudiantes perseguidos en 1968, luego los terremotos, luego la gente que tomaba las tierras y los que se instalaban en los cerros, sin agua y sin luz. Yo iba hasta allá a verlos y platicaba con ellos. Se hacían llamar ‘colonos’ y tomaban las tierras, sembraban y al rato la tierra era de ellos. Eso me interesó y de eso escribí, en vez de escribir sobre mi medio social, que es un medio de privilegios.
Usted conoce los espacios de la investigación. ¿Qué hizo con los datos recopilados cuando renunció a la biografía y se embarcó en un proyecto ficcional?
Esa biografía la debo tener por allí… tendría que ver si se parece a la novela. Yo creo que en todos los aspectos de la huelga sí se parecen, pero en otros no, porque a mí los discursos me aburren mucho. Todos los discursos de la izquierda me aburren… hay una retórica de la izquierda que es infame y da mucho sueño. Entonces yo todo eso lo eliminé, porque yo no me quiero dormir leyendo la novela y mucho menos pienso que el lector lo quiera.
¿Y qué hay de la bandera ficticia a la cual deben rendir honores los presos de su novela?
¡Es que a los presos les hacen hacer muchísimas cosas absurdas! Haga de cuenta que usted me dijera que, arriba de este edificio, yo debo saludar a una señora que nunca veo. No me voy a parar allí si no veo nada: es por lógica y me niego. Pero, claro, los sistemas carcelarios y los sistemas militares piden que hagas una serie de cosas que atentan contra tu dignidad. Y entonces hay que negarse.
Quizás los militares necesitan más la bandera para poder explicar…
…su estupidez. Usted perdone, pero es que a mí no me gustan los militares.

Irónicamente, la misma novela empezaba a desviar la entrevista hacia otros espacios. La disertación en torno a la política nacional apareció como una parada obligada en este viaje en tren, con una escala en la política mexicana antes de encarrilarnos nuevamente en lo que nos reunía: la literatura. El cambio de vía lo corrigió otro libro de Poniatowska, Amanecer en el zócalo, una crónica que relata el fenómeno político mexicano de López Obrador y los cincuenta días que pasó Elena Poniatowska, junto a otras artistas como Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez, “pernoctando en el zócalo con el pueblo”.

¿Qué le hace creer en López Obrador?
Creo que es un hombre que ama a la gente y que cuando dice que quiere que a la gente le vaya bien en México, pues es cierto. Además, habla de algo que no hablan nunca los políticos y que a mí me conmueve: el derecho a la felicidad.
¿Y cree aún en los premios?
Para mí son un gran estímulo, sobre todo a esta edad. Me sorprendió muchísimo que me dieran el Alfaguara, porque yo pensé que ya no le apostaban a una escritora de mi edad… ‘ya se va a morir, ¿para qué invertir en ella?’. Pero el Rómulo Gallegos me gustó muchísimo porque es por una obra, y no por una trayectoria. La editorial manda los libros que salieron en los últimos dos años y gana el libro que escoge el jurado. Con La piel del cielo, que fue Premio Alfaguara 2001, me pasó algo curioso porque pensaron que había sido escrito por un hombre. A mí me da mucho gusto concursar, y más ganar, pero por libro y con seudónimo… sin que se sepa quién es.
¿Y a quiénes lee ahora?
Ahorita leo a un gringo judío que me da mucha alegría, Kurt Vonnegut. Leo también a Paul Auster. Antes de venir, releí Doña Bárbara… porque además yo conocí a Rómulo Gallegos. Leo a muchos mexicanos, pues tengo que leer a mis contemporáneos. Pero también yo leí a muchos franceses católicos, porque esa fue mi formación…

Poniatowska se persigna con una ironía más parecida a la confianza —o quizás a la complicidad— que permite saber que está a punto de acabarse el tiempo pautado y, con él, nuestra conversación.

¿Cómo recuerda a Rómulo Gallegos?
Es un gran novelista, un gran estructurador de la novela. Además, me gusta mucho cómo ama al paisaje. Recuerdo que era muy hosco y odiaba a los periodistas. Pero, como yo estaba muy chava, terminó concediéndome tres entrevistas. Me dijo: ‘Venga mañana…’, aunque estaba muy triste pues acababa de morirse su mujer, doña Teo. Yo trabajaba en el Novedades, en México. Él era refugiado político y muy amigo del director del Fondo de Cultura Económica de entonces, Arnaldo Orfila Reynal. También entrevisté a otro venezolano, Mariano Picón Salas, a quien quise mucho porque estaba muy en contra de los gringos. Él estaba en convalecencia y lo entrevisté en el hospital, me dijo que fuera a verlo y cuando llegué me dijo ‘Siéntese, siéntese…’, en un bordecito de la cama.
Dice usted que lee a sus contemporáneos, ¿no lo son todos los que están publicando ahora?
Sí. Por eso lo que más hago es leer y escribir… ¡y darles de besos a mis diez nietos!
¿Y qué opina de grupos como el Crack, McOndo…? Ellos revivieron los manifiestos, los movimientos, los agenciamientos colectivos en la literatura…
A mí me encantó En busca de Klingsor, de Jorge Volpi, pero después no me han parecido muy buenos sus libros. No he leído muy bien a Ignacio Padilla, ni a Vicente Herrasti, aunque está Pedro Ángel Palau, de quien presenté el libro Con la muerte en los puños. Pero el que más me interesa, desde luego, es Volpi… pero lo chistoso de la gente sobredotada como él, que es un niño genio, es que tienen su cámara oscura, ¿no? Lo importante es que la revele, pero no sé si se atreva...
Ya eso queda de parte de Volpi, ¿no?
Sí… ¿qué hará Jorge Volpi con Jorge Volpi?
Sí, ¿pero qué hizo Elena Poniatowska con Elena Poniatowska?
Pues yo creo que la maltrató muchísimo, la hizo trabajar demasiado y la usó mucho hasta la juerga. Y no tuvo suficiente fe en sí misma… no vayan a hacer eso ustedes en sus vidas... Es un poco triste, ¿verdad? Pero por lo menos sabe que puede contar consigo misma, porque sigue estando ahí…